Hablo en tercera persona porque, desgraciadamente,no ejerzo como periodista en alguno de los medios de comunicación más importantes. Soy periodista de formación y de vocación, pero lo que están haciendo últimamente con el oficio más bonito del mundo es de juzgado. No solo porque lo están matando (y no suavemente), más que nada porque algunas prácticas son constitutivas de delito. Tengo la terrible sensación que desde la aparición de Podemos en el panorama político y mediático todo se ha ido de madre en muchos medios de comunicación.
La diferencia de raseros se ha hecho patente con la formación que dirige Pablo Iglesias. No es que sea ferviente seguidor de Podemos, pero si tengo la sensación que ha habido un escrutinio mucho más intenso a ellos que a cualquier otro partido en los últimos años. Hasta la presentación del programa económico la semana pasada, el mismo era el programa más analizado en prensa en los últimos años. No recuerdo una investigación tan exhaustiva a cualquiera de los partidos gobernantes. Ni antes, ni durante, ni después. Se ha dado por hecho que eso valía. No critico el exceso de análisis del programa de Podemos, critico la falta de disección de los planes de gobierno de otros partidos políticos. En estos momentos me viene a la cabeza una de descripciones del periodismo por parte del maestro Meneses «fuerte con el fuerte y débil con el débil«. No se lleva a cabo.
Pero el periodismo muere poco a poco por múltiples prácticas. Desde los medios de comunicación que solo hacen caso a los ultras en el fútbol cuando suceden hechos luctuosos dignos de atención mediática hasta periodistas que dicen una cosa y hacen otra. En muchos casos se olvida (o parece que no se recuerda) que el periodismo se basa en tres principios básicos: informar, formar y entretener. Lo que se dicen en televisión llega a millones de personas y puede repercutir en algunas de ellas de una u otra manera. El forofismo que impregna los medios de comunicación hacia alguno de los dos equipos importantes de España (Barça y Madrid) provoca que se enquisten las diferencias y puedan llegar a provocar sucesos como los de ayer en los alrededores del Vicente Calderón.
Por no hablar de malas prácticas que se ven en algunos medios últimamente sobre el trato a las mujeres. Uno de los ejemplos típicos es el de la violencia de género en el que titulan cosas como «Muere una mujer a manos de su pareja». Hace no mucho, un actor bilbaíno fue asesinado por su pareja sentimental y el titular era «asesinado el actor…». Este no murió, fue asesinado. Claro, con ese titular cliqué esperando una historia truculenta con sicarios y cosas así y se trataba de un presunto caso de violencia doméstica. Cuando es la mujer «muere», cuando es el hombre es asesinato. Siguiendo esa línea, ayer aparecía en el diario Alerta Digital, una nota (no se le puede llamar noticia) en la que se leía, en términos muy burdos, que el asesinato de una policía por un atracador en Lugo se debía a que «las mujeres quieren jugar a todo, vestirse con todos los disfraces posibles, ir de hombres por la vida, porque “ellas lo valen”». Impresionante. Que se digan esas cosas en el siglo XXI con una Constitución que rechaza la discriminación por sexo (y más cosas) desde 1978 es un poquito fuerte, la verdad. Cosas así matan al periodismo.
Al hilo del machismo imperante en los medios (hay pocas mujeres en puestos de dirección e, incluso, en redacciones cuando suelen ser mayoría en las facultades), hay que destacar la última campaña de ¿desgaste? a Podemos. La pareja del secretario general, Pablo Iglesias, es diputada por Izquierda Unida y ayer se impuso en las primarias para ser candidata a presidir la Comunidad de Madrid. En más de una ocasión, el líder de Podemos ha expresado su rechazo a hablar de su pareja y de los procedimientos internos de IU. Aún así, muchos medios de comunicación se refieren a su señoría (es diputada) como «la novia de Pablo Iglesias». Cosas como esa, matan al periodismo.
El periodismo está en la UCI agonizando y cada día hay más motivos para preocuparse. Al menos el que llega a la mayoría. Hay casos notables de buen trabajo y digna mención, pero son los menos. Son casos con un público muy menor y no tienen la suficiente fuerza como para acabar con las malas prácticas de los que no lo hacen bien. El periodismo se está muriendo y ya empieza a oler su cadaver. A ver qué queda después de que los buitres se coman la carroña. Y no, no se puede decir eso de viva el periodismo. Se lo han cargado.