Ayer me vi a mi mismo. No hablo en un tono metafórico o metafísico. Tampoco fue a través de un espejo. No, ayer me vi a mi mismo en la oficina. Estaba trabajando en un informe. Cuando digo «trabajar en un informe» me refiero a mirar el Twitter mientras debería de estar haciendo un informe. Estaba trabajando cuando oí un ruido fuerte, me cegó un chispazo azul y el ambiente se llenó de un fuerte olor a ozono. Cuando el humo ozonesco se disipó ventana a través, me vi ahí, de pie, mirándome.
– Hola, soy un tú del futuro.
– Hola. ¿Qué haces aquí?
– He venido de dentro de 15 días para traerte los planos de una máquina del tiempo que he construido.
– ¿Y de dónde los sacaste tú?
– Me los dio un yo del futuro.
– ¿Y de dónde los sacó él?
– Otro nosotros del futuro
– ¿Eso no es una paradoja?
– No te creas. Al parecer al nosotros de hace 35 conversaciones se lo dio un nosotros que lo robó.
– ¿Lo robó?
– Eso me dijo.
– No suena propio de nosotros, lo sabes, ¿no?
– Lo mismo pensé yo.
– ¿Y no se lo dijiste?
– Claro que lo hice.
– ¿Y qué te dijo?
– Lo mismo que te estoy diciendo.
– Ah. ¿Entonces tú ya has vivido esta conversación?
– Sí, pero no desde este lado. Es… Curioso.
– Bien, bien. Bueno, ¿y esto? ¿Qué hacemos con los planos?
– Puedes construir la máquina.
– Parece complicado.
– No lo es. Yo lo he hecho y no tengo ni idea. Lo sabes.
– Sí, pero me da pereza.
– Lo harás. Y viajarás aquí para darte los planos en 15 días.
– Suena a paradoja.
– Posiblemente lo sea.
– Oye, ¿no tendrás por ahí el número de la lotería?
– No. Sabes que no suelo mirar los números agraciados.
– Coño, pero ya que viajabas en el tiempo, qué menos.
– El yo del futuro no me trajo el número.
– Podías haber tenido algo de deferencia conmigo.
– ¡Los cojones! Si yo no voy a ser rico, tú tampoco.
– Cabrón. ¿Dónde queda la empatía?
– ¿Se la darías tú al tú del pasado?
– Posiblemente.
– Está bien. El número es el 62246.
– ¿Ese no es el de la última Lotería de Navidad?
– El mismo.
– ¿Y para qué cojones lo quiero si estamos en enero?
– Tú me has pedido un número y es el único que conozco.
– Mira que eres hijoputa, tío.
– Lo he mirado en Google antes de salir.
De pronto, otro ruido fuerte, chispazo y olor a ozono. Donde antes estaba aquel yo, se encontraba otro.
– Vengo del futuro para traeros la nueva Neutrex Futura.
– Hostia, ¡qué bueno! No se me había ocurrido.
– ¿Vienes del futuro para traerme una puta lejía? ¿Y el número de la lotería?
– ¡Hostia! ¡La lotería! Mierda. Bueno. Ya nos la traerá otro. No, vengo del futuro para decirle a este que no hable tanto, que está tardando mucho.
– ¿Y la lejía?
– Tengo una máquina del tiempo y viajo desde el futuro, ¿en serio pensabas que no iba a hacer el chiste?
– La verdad es que la oportunidad es única.
– Sí. Eso es cierto.
– Sí. ¡A todo esto! Os tengo que dar un par de hostias de parte de mi yo del futuro.
– ¿Por?
– ¿Qué hemos hecho?
– El informe. Se lo habéis dejado al yo del futuro y está cabreado porque ha tenido que acabarlo él.
– Yo estaba con ello, pero me ha entretenido alguien.
– No mientas, que estabas mirando el Twitter.
– Y acabando el informe.
– Parece que no, que es el yo del futuro futuro tú el que lo acaba.
Otro chas y otro yo apareció en la oficina antes vacía. Si esto iba a seguir así, no íbamos a caber todos. ¿Lo tendrían pensado?
– ¡Venga! ¡Cada uno a su línea temporal ya! ¡Que tenéis la línea bloqueada y hay atasco!
– ¿Y este quién es? ¿Por qué habla como tachado?
– Es mi yo del futuro. El del informe.
– ¡Ah! ¡Y acaba el puto informe, vago de los cojones!
– Me están distrayendo.
– Siempre con excusas. Ya lo tuve que acabar yo.
– ¿No lo habrás traído? Así solo lo tengo que copiar y pegar.
– Pues no se me había ocurrido.
– Pues vaya mierda de futuro.
– Pues sí.
– A callar. Yo marcho ya. ¡El informe!
– Una cosa antes de irte. ¿@carballo ha actualizado su blog?
– Ah, ¿que en tu línea no lo ha hecho?
– ¡Qué va!
– Puto vago.
– Y tanto…
– No puedo hablar del futuro. ¡Adiós!
– Eso suena a no.
– Totalmente.
– ¿Entonces le seguimos dando la tabarra?
– Bueno, es uno de los propósitos de 2014.
– Pero parece que no funciona.
– Habrá que intentarlo. El futuro no está escrito.
– Y el puto informe menos.
– Ya podría haberlo traído.
– Sí, vaya cabeza.
– Hablaron.
– ¿Qué insinúas?
– Eso.
– Nada, nada. ¿Me dejas los planos? Tengo una máquina del tiempo que construir.
– Ah, sí. Claro. Venía a eso. Toma.
– Sí y yo a que dejéis de hablar.
– ¿Quién se va antes?
– Yo, que he venido después y lo hago desde más lejos.
– ¿Dónde vas a ir a ahora? ¿A por zorras trogloditas como Moe?
– Pues no lo sé, igual voy a atormentar un rato a nuestro yo del pasado.
– Hostia, qué buena idea.
– En fin…
– Bueno, que os dejo.
– Sí. Yo también. Trabaja en la máquina del tiempo. Nos vemos en la reunión.
– ¿Qué reunión?
– Todavía ninguna. Ya te enterarás.
Con dos chasquidos, mis dobles desaparecieron. Dejaron el humo, el olor a ozono y los planos de la máquina del tiempo. Eran muy sencillos. Un aparato en la muñeca. Muy útil y sencillo. Si hasta yo podría fabricarlo. Aunque, creo que esa era la idea. Dejé el informe para después y me puse de lleno con la máquina. ¡La de cosas que voy a poder ver! ¡Y todo antes de final de mes! Y volveré con el número de la lotería.
Continuará…
¡Que rule el número de la lotería! Me ha gustado mucho, ¡ya tengo ganas de leer el segundo capítulo!