Madurar es, entre otras muchas cosas, dejar de meterse en charcos y jardines alegremente. Supongo que la vejez es volver a hacerlo porque ya te la sopla todo. Digo esto porque he dudado si escribir lo que viene a continuación o dejarlo pasar. Conste que empiezo por el tejado porque no me suele gustar ir hacia atrás cuando escribo, pero más o menos lo tengo estructurado en la cabeza. Tal vez para quien se acerque a leer puede resultar un pelín caótico. Mis disculpas. Quiero comenzar diciendo que soy un varón blanco heterosexual. En la parte alta de la pirámide social. No en la cúspide, porque no soy rico, pero sí en la parte cómoda. Ya sabemos de qué va el tema, ¿no?
https://twitter.com/ClaraAvilaC/status/1102160363657793536
Todo esto viene a raíz de un tuit que ha publicado esta mañana @ClaraAvilaC en el que comentaba las menciones que había recibido por varios tuits sobre el lenguaje inclusivo. Todo surge de la noticia que AENA utilizará el lenguaje inclusivo en sus comunicaciones por megafonía en los aeropuertos. Una buena noticia (y bonita) que no ha gustado a todo el mundo. Algo tan aparentemente inocente se ha convertido, de nuevo, en un caballo de batalla de los «políticamente incorrectos». La inmensa mayoría de ellos viven en la burbuja que mencionaba antes (en referencia a la pirámide social). Y ahí surge el tema, ¿qué más les dará? Parece que se tiene que comentar de todo y hay que tener una opinión de cualquier tema.
El español es una lengua que no tiene un género neutro per se. Sí, claro que existe, pero es el masculino. A diferencia del inglés donde una gran parte de los términos no tienen género (y pueden dar lugar a equivocación, os lo cuenta un estudiante de inglés). Hemos asumido el masculino como el neutro y así se utiliza, pero resulta que hay parte de la población que no se siente incluida en esos términos. ¿Y qué pasa? Que se monta bronca por eso mismo.
Un ejemplo que me gusta mucho es el que comentaba @Maivaldeflores sobre el otrora Colegio de Abogados de Bizkaia. Se decidió cambiar el nombre y utilizar un término que incluyese a todas las personas adscritas al mismo: Colegio de la Abogacía de Bizkaia. Simple y fácil. Lo mismo con otros muchos oficios. El ejemplo que se me viene a la cabeza es el de «el profesorado» en vez de «los profesores».
https://twitter.com/maivaldeflores/status/953260315248152576
Recuerdo que en la carrera, en la asignatura de ‘Historia del pensamiento político’, el profesor se sentía incómodo al utilizar constantemente «el hombre» como venía en los propios textos de siglos anteriores que referencia y estudiábamos. Él prefirió usar «el individuo» como sinónimo para referirse a una persona individual. No sé si lo hizo para dar una clase más inclusiva o, simplemente, para evitar malentendidos, pero es un pequeño paso. Poco a poco.
Uno de los argumentos en contra más utilizados es el de la tradición. El «aquí siempre se ha dicho/hecho así» es una mentalidad dificil de cambiar. No estamos estropeando el español, estamos modificándolo y adaptándolo a nuestros tiempos. ¿Acaso seguimos hablando como en el siglo XVI? ¿A que no hay huevos de leerse el Quijote sin adaptar? Cuesta entenderlo porque han pasado casi cinco siglos desde entonces. Lo mismo con un montón de palabras que tenemos en nuestro vocabulario y usamos todos los días y provienen de otros idiomas. Uno de los que me vienen a la mente es el árabe. Claro, siete siglos de mezcolanza con esa lengua es lo que tienen.
Lo bueno y bonito del español es lo rico que es como idioma. Hay una cantidad abrumadora de palabras listas para ser utilizadas en el contexto apropiado. ¿Qué hay de malo en usar unos términos en los que todos nos encontremos cómodos (o no todos incómodos)? Quizás, con eso, aprendamos un poquito más de esa lengua que unos tanto dicen defender, pero parece que no quieren que mejore.