El martes pasado muchos nos acostamos sin saber qué iba a suceder en las elecciones presidenciales que se celebraban en esos momentos en Estados Unidos. Los ciudadanos de ese país iban a elegir a la persona más poderosa del mundo y tenían dos candidatos. Por el partido demócrata Hillary Clinton, ex primera dama y por el partido republicano Donald Trump, empresario billonario. La moneda cayó del lado republicano y Donald J. Trump se convertirá en el 45º presidente de Estados Unidos. Curiosamente, lo hará con menos votos que su contrincante.
El sistema presidencialista de Estados Unidos es bastante curioso. Se trata de un sistema indirecto. Los ciudadanos dicen a los miembros del Colegio Electoral (100 senadores, 435 congresistas y 3 delegados por D.C.) a qué candidato deben de dar sus votos. En general, cada Estado de la Unión da todos sus votos al mismo candidato, a excepción de Nebraska y Maine que suelen repartir algunos dependiendo de lo que digan ciertos condados. Así pues, el futuro presidente de Estados Unidos necesita 270 votos electorales para alzarse como ganador. Una mayoría simple.
Como sabéis por otros posts que he hecho, me gusta jugar a imaginar que las cosas son distintas. Además, en el caso de estas elecciones donde el ganador ha conseguido un número menor de votos totales (que no electorales) que su rival, me resulta mucho más curioso. Así que me he preguntado, ¿qué hubiese pasado en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos si utilizasen un sistema d’Hondt como el español?
En resumidas cuentas, el sistema d’Hondt es un sistema de representación proporcional. Dependiendo del número de votos electorales de cada Estado y de los votos recibidos por cada candidatura, los aspirantes reciben votos de manera proporcional. Sencilla y, en principio, justo, ¿no? No es lo que quiero tratar aquí. Ni la idoneidad del sistema propio o americano. Simplemente quiero plantear un escenario distinto al actual que hubiese pasado con el sistema que empleamos en España.
Como veréis en el mapa es relativamente parecido al real, aunque con sus diferencias, claro. Para empezar, los Estados que no tienen ningún color son aquellos en los que se ha producido un empate a votos electorales. Son las circunscripciones donde más reñido ha estado la pelea y que se han decantado por un escaso margen de votos para uno u otro candidato. Excepto en Maine, donde Trump consiguió arañar un voto electoral por ese distrito especial del que hablaba antes (en esta simulación no se ha tenido en cuenta esa particularidad).
Si hacemos un recuento en base al d’Hondt del mapa vemos que Hillary Clinton hubiese hecho valer su ventaja en votos para conseguir ganar las elecciones. Aún así, no hubiera conseguido el número mínimo de delegados para conseguir la presidencia, se quedaría a uno escaso. Le tocaría negociar con Johnson (uno por California y otro por Texas) o con McMullin (uno por Utah) para que le permitieran acceder a la Casa Blanca. En el caso de Trump, lo tendría imposible, porque la suma de los delegados electorales daría un empate técnico y no podría ser elegido como el 45º presidente de Estados Unidos.
Así han quedado las votaciones (se omiten los votos que no han ido a estos dos candidatos), pero que los puedo añadir si os interesa. Si queréis trabajar los datos, os dejo el Excel en el que lo he ido haciendo todo.