Cuatro años esperando y por fin está aquí. Sí, hay fútbol casi todos los días. Que si Liga, que si Copa, que si Champions, que si partidos de selecciones entre medias. Sí, hay mucho fútbol, pero nada como un Mundial. No voy a decir que es morralla o relleno porque no lo es, pero el espectáculo de una Copa del Mundo no se compara con nada en el fútbol. Y es algo que, en realidad, no sé explicar por qué sucede así. Los combinados nacionales son una amalgama de estrellas que tienen que encajar después de haberse pasado los últimos meses bregando entre ellos. Es la magia de este torneo.
Un torneo que es, además, el más importante a nivel futbolístico. No hay nada que supere el prestigio a ganar un Mundial. Tanto por el orgullo para el país, como por la dificultad que entraña levantar la copa. Una copa que tiene un diseño icónico y que tantos jugadores sueñan con llevársela de vuelta en el avión y tantos aficionados desean salir a celebrar que su país es el mejor, en términos futbolísticos, hasta que se demuestre lo contrario.
Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay, Francia, Inglaterra y España son los únicos países que lucen la estrella de campeones sobre el escudo de la Federación de fútbol a la que representan. En 20 ediciones, solo ocho países se han alzado con el trofeo. La Copa del Mundo se celebra desde 1930 y ha ido ganando peso desde entonces hasta convertirse en lo que es hoy, un espectáculo global con una considerable cantidad de dinero por en medio. Un negocio redondo y bien recibido por parte del público. Las marcas no perdonan una oportunidad única de patrocinar y conseguir visibilidad en un evento transmitido a nivel mundial y que tanta gente ve con interés y forofismo.
Yo estoy encantado. Tengo muchas ganas de ver lo que da de sí este Mundial de Rusia 2018. Con Alemania como la gran enemiga (una vez más), con Francia o Brasil como grandes aspirantes y el resto de selecciones punteras agazapadas esperando su oportunidad. Un Mundial un poco raro, eso sí. Faltan clásicos como Italia, Estados Unidos o Países Bajos. Aunque, por otra parte, tenemos oportunidad de ver a Islandia (debutante en el torneo), Marruecos o Panamá (que también debuta). Países que se han ganado su derecho a competir al máximo nivel en la fase de clasificación. ¿Darán la campanada?
Tradicionalmente me suelo posicionar con el equipo de las barras y estrellas, el del soccer. Sí, soy fan de la selección de fútbol de Estados Unidos, aunque nunca hayan pasado de cuartos. Desgraciadamente este año no se han clasificado y lo verán desde casa. Las chicas si que lo petan y ya han ganado alguna que otra Copa del Mundo. Desde hace un par de años, Bélgica suele llevar un equipo potente que parece que va a hacer algo grande y acaba pinchando. ¿Será esta la buena? Habrá que verlo. De la mano de Roberto Martínez tienen una buena oportunidad de lograrlo. Enclavados en el grupo G con Inglaterra (¡los inventores del deporte!), Túnez y Panamá, tienen un grupo asequible, a priori, para pasar de ronda. Partido a partido, que diría aquel.
Habrá que ver. Lo bueno de este Mundial de Rusia 2018 es que los horarios son más o menos propicios para los europeos. Una hora de diferencia con el país que alberga el torneo. Los partidos se juegan entre las 2 del mediodía (unos pocos) y las 8 de la tarde. Todos ellos en abierto por Mediaset. Entre Cuatro, Telecinco y demás canales del grupo se podrá ver sin problema.
Ya tengo ganas de que empiece. Un mes dedicado a la geopolítica, los tópicos absurdos y, por supuesto, el fútbol. Que eche el balón a rodar ya, que tengo unas ganas locas de Mundial. El mayor espectáculo del fútbol cada cuatro años.