Si hablamos de rascacielos la mente nos lleva irremediablemente a Nueva York y los planos de Manhattan que tantas veces hemos visto en los cines. También nos puede venir la imagen de otras ciudades estadounidenses como Chicago o Los Ángeles. En los últimos tiempos, la palabra «skyline» hace referencia a los países árabes o de Extremo Oriente. Un rascacielos es un símbolo de poderío, generalmente económico. Grandes empresas tienen sus edificios identificativos. Todos podemos reconocer el edificio de la Chrysler en la Gran Manzana o las Torres Kio de Bankia en Madrid. Una construcción descomunal mantiene el nombre de la marca en la memoria.
La ciudad de Bilbao no se caracteriza por sus grandes edificios. La capital vizcaína ha roto su techo de 100 metros con la construcción de la Torre Iberdrola en Abandoibarra. El edificio más alto de Euskadi supera a la torre del BEC, que se quedó en 98 metros. Aunque los bilbaínos tengan tendencia a sobredimensionar y exagerar las cosas, tienen entre sus calles, uno de los rascacielos más bajitos de Europa.
El rascacielos de la calle Bailén se levanta a orillas de la Ría, mirando hacia el Casco Viejo y cobijando con su sombra la estación ferroviaria de la Concordia. Es el límite entre los barrios de Abando y San Francisco, al menos eso es lo que dicen. El teatro Arriaga saluda, desde la margen derecha, a su alto vecino. Construido entre 1940 y 1946, este edificio bilbaíno se alza a 43 metros del suelo y cuenta con 13 plantas. Fue el edificio más alto de la villa durante veintidós años, cuando se construyó la Torre del BBVA al otro lado de la estación de Abando.
No sé cómo andarán las cosas en cuestiones nominativas, pero solo hay un rascacielos en Bilbao, el de la calle Bailén, el resto son torres. Hay al menos 92 edificios con más altura en el Gran Bilbao: desde las Torres de Isozaki hasta el hotel Meliá frente al Euskalduna, pero ninguno tiene ese encanto como el rascacielos de Bailén.
Este edificio forma parte del paisaje de Bilbao. Tras el tremendo cambio urbanístico que ha sufrido Bilbao, esta construcción se erige como uno de esos edificios típicos y pintorescos que atraen las cámaras de los turistas y el cariño de los autóctonos. El dueño del rascacielos, Adif, ha empezado las tareas de reforma que pedían desde el Ayuntamiento de Bilbao. Tal como pasó con la estatua de Sagrado Corazón, el edificio necesita una limpieza exterior para recuperar el esplendor de días mejores.
El rascacielos de la calle Bailén es un motivo más de orgullo para Bilbao. En la ciudad que da nombre a la calle se libró una gran batalla, la primera derrota del ejército napoleónico, tal como todas las nuevas construcciones gigantescas pierden contra el encanto y la denominación de uno de los rascacielos más pequeños del mundo.
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